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Ayuda internacional basada en el conocimiento: ¿la queremos?, ¿la necesitamos?

Versión abreviada en español del texto y la conferencia
"Knowledge-based international aid: Do we want it?, Do we need it?"
presentados en el seminario internacional
"Development Knowledge, National Research and International Cooperation",
CAS/DSE/NORRAG, Bonn, 3-5 de abril de 2001,
incluido en: Gmelin, W., King, K., McGrath, S. (eds.),
Knowledge, Research and International Cooperation
, University of Edinburgh, 2001.


Este texto se refiere a la «ayuda internacional basada en el conocimiento» («knowledge-based aid») en boga y se ubica en: a) una perspectiva desde «el Sur», esto es, desde países tradicionalmente considerados beneficiarios de dicha ayuda, facilitada por «el Norte» a través de las agencias internacionales de cooperación; b) una perspectiva crítica, reconociendo que hay un Sur acrítico y un Norte crítico; c) una perspectiva centrada en América Latina; d) una perspectiva centrada en la reforma educativa como campo específico para analizar algunos de los supuestos y consecuencias prácticas de dicha as «ayuda basada en el conocimiento», sobre todo en la última década; y e) un foco en el Banco Mundial (BM) como agencia paradigmática, dado su liderazgo en la cooperación Norte/Sur y en la promoción de la «ayuda basada en el conocimiento», especialmente en torno a la reforma de la educación escolar. El «nosotros» asumido en el título de este texto se refiere al Sur en general y a América Latina en particular.  

La creciente concentración global del poder económico y simbólico (información y conocimiento) así como de los medios y recursos para acceder y diseminar dicha información y dicho conocimiento se sustenta en una ideología instrumental en torno a estos asuntos: desarrollo, conocimiento, información, educación, aprendizaje. En este marco, hay pocas posibilidades de que la anunciada «Sociedad del Conocimiento» y el paradigma del «Aprendizaje a lo Largo de la Vida» aporten a la necesaria «revolución del aprendizaje» y a una distribución más equitativa del conocimiento si no se dan cambios fundamentales en las pautas de cooperación internacional Norte-Sur. Nunca antes en la historia de la humanidad hubo acceso a tanto conocimiento y tanta información, ni medios tan diversos y poderosos para democratizarlos, ni se había enfatizado tanto la importancia del conocimiento, la educación y los aprendizajes. Pero nunca antes el modelo de «educación bancaria» tuvo tanta vitalidad y difusión a escala global: la educación entendida como transferencia de información y conocimiento, y el aprendizaje entendido como recepción pasiva de tal operación.

Muchos promotores de la Sociedad del Conocimiento, de las nuevas tecnologías y del Aprendizaje a lo Largo de la Vida ven el mundo como un aula gigante con pocos y poderosos docentes globales en el Norte, y millones de asimiladores pasivos en el Sur. En una época caracterizada por el cambio y la incertidumbre, los difusores de conocimientos y los promotores de tecnologías tienen demasiadas certezas acerca del presente y del futuro. «Lo que funciona» y «lo que no funciona» sigue presentándose como un esquema binario, sin formular las preguntas obvias que deberían hacerse: ¿dónde, cuándo, para qué, con quién, para quién, en qué circunstancias? La retórica de la «ayuda basada en el conocimiento» evita la discusión sobre temas como el poder y los intereses creados.

Elaboración: Rosa María Torres


«AYUDA BASADA EN EL CONOCIMIENTO» PARA LOS «PAÍSES EN DESARROLLO»

¿Qué «desarrollo»? ¿Qué «conocimiento»? ¿Qué tipo de «ayuda»? ¿Quiénes, en «los países»?

No hay nada nuevo en la «ayuda basada en el conocimiento». La transferencia de conocimientos a los «países en desarrollo», bajo la forma de asesoría y asistencia técnica, es la raison d' être de los organismos internacionales.

«Ayuda basada en el conocimiento» es, esencialmente, ayuda basada en la asimetría Norte/Sur: dador/receptor, desarrollado/no desarrollado, conocimiento/desconocimiento, enseñar/aprender, pensar/actuar, recomendar/seguir recomendaciones, crear/aplicar. El Norte se ve a sí mismo como proveedor de conocimiento, y ve al Sur como consumidor de conocimiento. El Norte piensa, conoce, difunde, diagnostica, planifica, crea estrategias, realiza y valida investigaciones, asesora y provee modelos, lecciones aprendidas y hasta listas de perfiles deseados. El Sur desconoce, aprende, recibe, aplica, instrumenta. El Norte produce y difunde «conocimiento». El Sur produce datos e información. El Norte produce recomendaciones de política global a ser traducidas por el Sur en Planes Nacionales de Acción.

La cooperación internacional piensa «países» como «gobiernos». La cooperación con los gobiernos se entiende como cooperación con los pueblos de estos países, evitándose así cuestiones críticas relacionadas con la representatividad de los gobiernos en términos de interés público y nacional. Los organismos o agencias que han incorporando la noción de «sociedad civil» generalmente asocian ésta a ONGs, ignorando la diversidad de quienes interactúan en las sociedades civiles reales: partidos políticos, movimientos sociales, comunidad académica, sindicatos, asociaciones populares, medios masivos, iglesias, etc.

El «desarrollo» (en el sentido de «progreso») parecía una meta alcanzable en los años 1970s, 1980s. En la década de 1990 y a comienzos del 2000, el propio término «desarrollo» desapareció prácticamente tanto del discurso político y académico como del debate social y de las expectativas sociales en el Sur. El discurso y los objetivos del desarrollo fueron sustituidos por el «alivio de la pobreza», la «ayuda para la deuda», la «lucha contra el desempleo», la «mejoría de la calidad de la educación», etc. En general, se trata más de «paliar los daños» que de «garantizar el desarrollo». El sentido de «desarrollo», su significado y las estrategias para lograrlo, no son consensuadas y siguen siendo tema controversial en el Norte y en el Sur y en el seno de los organismos internacionales.

¿Existe algo llamado «conocimiento para el desarrollo»?

¿En qué medida depende el «desarrollo» del conocimiento? ¿Qué conocimientos son necesarios para que el «desarrollo» se abra paso en contextos «no desarrollados»? ¿Existe algo llamado «conocimiento para el desarrollo» en general? Y, si es así, ¿está disponible, esperano ser «difundido» o transferido vía «capacitación»? ¿Quién posee tal conocimiento?

Muchas de estas preguntas son respuestas o bien quedan sin formularse en el campo de la cooperación internacional. Los organismos piensan en clientes ávidos de diagnósticos prefabricados, de recetas fácilmente transportables e «historias exitosas» modelizables y replicables.

La cooperación internacional ha trabajado a partir de una idea central: los problemas los tiene el Sur, las soluciones las tiene el Norte. Si la solución propuesta no funciona, se puede proponer una nueva solución, y los países serán responsables del fracaso. Así como una mala capacitación docente da como resultado que los docentes incorporan nuevos términos, sin cambiar ni sus concepciones ni sus prácticas, los organismos de cooperación han incorporado términos políticamente correctos a su jerga tales como «participación», «consulta», «transparencia», «responsabilización», «apropiación», etc. 

El («buen» ) conocimiento, ¿se encuentra solamente en el Norte?

El conocimiento producido en el Sur es descalificado o simplemente ignorado. Quienes leen sobre educación en publicaciones producidas en el Norte posiblemente concluyen que no existe investigación ni vida intelectual ni debate sobre la educación fuera de Norteamérica y Europa, y que la mayoría de los trabajos están escritos en inglés. Lo cierto es que en el Sur hay investigación y producción intelectual, de calidad similar o superior a la del Norte aunque invisible en el Norte.

La arrogancia y el prejuicio juegan su papel, así como las limitaciones lingüísticas. Mientras que muchos investigadores e intelectuales en el Sur somos plurilingües o, cuando menos, bilingües, muchos investigadores en el Norte son monolingües (sobre todo los anglófonos), lo que limita su acceso a la producción intelectual disponible a nivel mundial. Esto no les impide hablar en representación del mundo, y del «mundo en desarrollo» en particular. Desempeñarse profesionalmente a nivel internacional requiere hoy no solo equipos pluridisciplinarios sino también plurilingües.

El «buen» conocimiento, ¿es un conocimiento especializado?

Las consecuencias perversas de la manera de hacer asesoría en el Sur son enormes. Priman los abordajes tecnocráticos y elitistas. La participación y la consulta social aparecen como concesiones antes que como necesidades de toda acción política. Está naturalizada la separación entre pensadores y reformadores, por una parte, y ejecutores e implementadores, por otra, a escala nacional y mundial. Todo esto reafirma la tradición de ubicar los problemas del lado de la implementación, antes que del lado de quienes diagnostican, planifican y formulan políticas.

Las políticas y las reformas eficaces requieren no solo conocimiento especializado sino conocimiento y decisiones de todos los implicados. La puesta en práctica de las políticas muestra las insuficiencias del conocimiento especializado y la necesidad de consulta, participación y apropiación -por parte de gobiernos, instituciones, grupos o individuos- no solo para la aplicación sino como condición de una buena concepción y diseño de las políticas.

¿Es el «conocimiento especializado» siempre buen conocimiento?

Los especialistas cometen errores costosos. La relación opaca entre la validación del conocimiento y el poder (del organismo asesor o de cooperación) es un factor crítico que no suele mencionarse. Muchas ideas y tendencias llegan a ser dominantes no necesariamente por sus méritos o por su eficacia comprobada para explicar o transformar realidades, sino porque existe un poder ideológico, político, financiero que las sustenta.

¿Son lo mismo información, comunicación, conocimiento, educación, aprendizaje?

Información, conocimiento, educación, aprendizaje
son palabras que se usan de manera poco rigurosa, sin las debidas diferenciaciones.

Sin un análisis serio, la investigación y el debate sobre estos temas y sus implicaciones, la «Sociedad del Conocimiento» y el «Aprendizaje a lo Largo de la Vida» pueden ser solo una nueva falsa alarma, una ilusión creada entre otros por la revolución tecnológica, una revolución para pocos, controlada por poderes centrales y apoyada por fuertes intereses económicos.

¿Existe una relación positiva entre conocimiento (especializado) y decisiones (eficaces)?

La experiencia del Pronunciamiento Latinoamericano por una Educación para Todos representa un desarrollo innovador y promisorio que contradice los tradicionales modelos de ayuda Norte/Sur: es una iniciativa endógena, nacida en América Latina, en español y en portugués. Surgió no de una ONG sino de una iniciativa ciudadana que abarca a un vasto espectro de sectores y de grupos, incluyendo sociedad civil, gobierno y organismos de cooperación. La información que circula de manera regular entre los participantes a través de la comunidad virtual Comunidad E-ducativa es local, regional y global. La coordinación de Comunidad E-ducativa, a mi cargo, se hace de manera voluntaria, sin financiamiento y con total autonomía intelectual y financiera.

¿QUEREMOS Y NECESITAMOS «AYUDA BASADA EN EL CONOCIMIENTO»?

La «ayuda internacional basada en el conocimiento» viene siendo ineficaz y costosa, ha aumentado nuestra dependencia y nuestra deuda externa, no nos ha permitido aprovechar y desarrollar nuestras propias capacidades (mientras pagamos por el aprendizaje de consultores extranjeros que se convierten en expertos en nuestros países), no nos ha permitido identificar ni desarrollar nuestras propias ideas, investigaciones, reflexiones, alternativas, modelos. Y no nos ha permitido aprender de nuestros éxitos y errores.

¿Necesitamos realmente este tipo de ayuda?

Si no en todos, en la gran mayoría de los países del Sur contamos con profesionales idóneos para las tareas de la educación, desde el diseño de políticas hasta su ejecución a los diferentes niveles. Por otra parte, compatriotas calificados y comprometidos (así como los extranjeros con estas actitudes capaces de asumir estos ideales como propios) tienen varias importantes ventajas con respecto a los consultores y asesores externos: conocen el idioma nacional/local, comparten la historia y la cultura del lugar, y aman a su país.

Motivación, empatía, apropiación, orgullo de la propia identidad, sentimiento de formar parte de un proyecto de construcción colectiva, son ingredientes clave de toda política y acción social eficaces. La diferencia entre vivir en un país y visitarlo de tanto en tanto en una misión técnica, es enorme. Los consultores externos pueden dejar ideas, documentos y recomendaciones, pero quienes viven en el país, la región o la comunidad son los encargados de realizar el trabajo. La separación de funciones entre quienes piensan y recomiendan, por un lado, y quienes aplican tratando de seguir las recomendaciones, por otro, da lugar a una no apropiación  (o a una falsa apropiación) y al consiguiente fracaso.

Algunas conclusiones y recomendaciones

Si los organismos internacionales quieren cooperar con el Sur, deben aceptar la necesidad de cambios importantes en su manera de pensar y actuar. No se trata de hacer más de lo mismo ni solo de mejorar los mecanismos y las relaciones actuales de cooperación. Hace falta una cooperación diferente, que permita trabajar a partir de otros supuestos y reglas que deben ser discutidos con el Sur, en el marco de un diálogo profesional. Asociación sí, pero no para trabajar como hasta ahora.

¿Qué pueden hacer los organismos de cooperación para ayudar al Sur?

▸ Trabajar no solo en relación al Sur sino también en relación al propio Norte, promoviendo cambios esenciales de mentalidad y funcionamiento.
▸ Reconocer la diversidad y actuar en consecuencia, abandonando visiones y misiones homogeneizadoras y simplificadoras.
▸ Corregir los supuestos de la cooperación internacional basados en la asimetría y la unidireccionalidad.
▸ Apoyar la observación social y dar más relieve al diálogo con el Sur.
▸ Asumir con abordajes críticos la información, el conocimiento, la educación y el aprendizaje.
▸ Reconocer y compartir más los problemas y fracasos, y no solo las soluciones y los «éxitos».
▸ Ayudar a los países del Sur a identificar y desarrollar sus propios recursos, capacidades y talentos.

Trabajar no solo con el Sur sino también y sobre todo con el Norte  Desarrollo y subdesarrollo están interconectados. El desarrollo en el Sur requiere cambios mayores en el Norte y en la relación Norte/Sur. Gobiernos y sociedades en el Norte requieren tomar conciencia de la necesidad de un mundo más equitativo. Esta es la contribución más importante que las agencias internacionales y los intelectuales y activistas críticos del Norte pueden hacer en relación al Sur. En esto son insustituibles. 

Reconocer la diversidad y actuar en consecuencia Visiones homogéneas del Sur ya no son admisibles. Nosotros, en el Sur, aprendemos sobre el Norte y somos conscientes de la diversidad que caracteriza a sus países. Esperamos, del mismo modo, que el Norte reconozca la diversidad que caracteriza a los llamados «países en desarrollo». Recetas y fórmulas universales, y modelos a ser transplantados, ofenden la inteligencia, niegan el conocimiento científico y la posibilidad del aprendizaje, y han probado ser inefectivos.

Revisarlos los supuestos de asimetría y unidireccionalidad con que se maneja la cooperación internacional  Los enfoques deficitarios en relación al Sur deben quedar en el pasado. No se trata simplemente de «alcanzar» al Norte, siguiendo y repitiendo las mismas rutas seguidas por éste.  Producción de conocimientos tiene lugar tanto en el Norte como en el Sur. No hay razón por la que el Norte, las agencias internacionales y el Banco Mundial en particular deban monopolizar la producción y diseminación del conocimiento. Es mucho lo que las agencias pueden hacer para colaborar con el Sur en la comunicación y difusión de lo que el Sur hace y produce.

Apoyar la vigilancia social y fortalecer el diálogo profesional con el Sur  La vigilancia y la participación de la sociedad civil son requerimientos esenciales del desarrollo nacional y de la cooperación internacional para el desarrollo. Esto implica un comportamiento coherente - democrático, transparente, abierto al aprendizaje - de las agencias, una comprensión más amplia y compleja de la «sociedad civil» más allá del enfoque tradicional centrado en ONGs, y un diálogo profesional con la comunidad intelectual en el Sur, incluyendo a universidades, centros de investigaciuón, asociaciones docentes, etc. 

Comprensiones cabales y críticas de la información, el conocimiento, la educación y el aprendizaje Pensar críticamente y adoptar enfoques críticos en relación a la información, el conocimiento, la educación y el aprendizaje es más importante que nunca. Asegurar que los intercambios de información y conocimiento incorporen este componente crítico es parte de una cooperación internacional moderna y de un sistema moderno de manejo del conocimiento. 

Más preguntas y más aprendizaje conjunto Las agencias internacionalss tienen demasiadas respuestas y muy pocas preguntas. La admisión de ignorancia y de necesidad de aprender y de aprender a aprender está hoy en el corazón de un nuevo modelo de cooperación internacional. La honestidad crea confianza, y la confianza mutua es esencial para una relación de colaboración saludable. Norte y Sur, agencias y países, debemos aprender juntos y unos de otros. 

Ayudar a los países a identidficar y desarrollar sus propios recursos, talentos y capacidades Si la apropiación es esencial para el desarrollo, es tiempo de que la consideren seriamente tanto los países como la comunidad internacional. La manera más efectiva de ayudar al Sur es asegurarse de que tal asistencia sea sustentable, no-directiva, empática, invisible: asistencia para que los países del Sur aprendan a pensar por sí mismos, a desarrollar su propia investigación y experimentación, a compartir y trabajar en red, a buscar sus propios modelos alternativos, en sus propios términos y ritmos.

REFERENCIAS

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Otros textos de Rosa María Torres 

- Lifelong Learning in the South: Critical Issues and Opportunities for Adult Education, Sida Studies 11, Stockholm, 2004
- El enfoque de Aprendizaje a lo Largo de Toda la Vida, UNESCO, 2020.
- About «good practice» in international co-operation in education
- 25 Years of «Education for All» ▸ 25 años de «Educación para Todos»
 - The World Bank and its mistaken education policiesEl Banco Mundial y sus errores de política educativa
Lifelong Learning for the North, Primary Education for the South? ¿Aprendizaje a lo Largo de la Vida para el Norte y Educación Primaria para el Sur?
- The green, the blue, the red and the pink schools
- 12 tesis para el cambio educativo
- The «4 As» as criteria to identify «good practices» in education ▸ Las «4 A» como criterios para identificar «buenas prácticas» en educación
- ¿Educar para adaptar?Education for Adaptation?
- Rendimientos escolares y programas compensatorios: El P-900 en Chile
- Pronunciamiento Latinoamericano por una Educación para Todos / Latin American Statement on Education for All
 - Expertos

Expertos



Dedicado a mi amigo Miguel Soler Roca

EXPERTOS. Los hay reales y los hay postizos. Alguna vez la pala­bra se aplicaba a quienes dominaban un campo, un saber o una especialidad. Hoy el calificativo se aplica con ligereza y a mansalva. La pandemia contribuyó a multiplicar los expertos en los campos más variados, pudiendo considerarse tales a personas que han obtenido recientemente un título y que tienen cero experiencia laboral e incluso poca experiencia de vida.

El experto posee no solo título sino experiencia y trayectoria en determinado campo. Es apreciado y puede hacer una diferencia justamente porque junta teoría y práctica, saber y saber hacer, conocimiento y criterio para valorar las situaciones y tomar decisiones informadas, investigando, consultando a otros, poniendo en duda y a prueba sus propias certezas.

Me refiero aquí específicamente al experto en educación, un campo complejo y altamente sensible a la cultura y al contexto, lleno de clichés pero que se resiste a recetas universales, que exige escuchar y valorar los saberes de la comunidad y de las personas comunes, que requiere empatía, capacidad para observar, humildad para reconocer errores, cautela para postergar el juicio fácil o la propuesta apresurada.

A medida que se amplía y complejiza, la educación ha venido segmentándose en numerosos subcampos y especialidades. Es imposible saber de todo, manejar en profundidad todos los elemen­tos que inter­vienen en las decisiones de política y en los procesos educativos dentro y fuera de las aulas.

El experto, hoy, puede saber de una pequeña parte del todo o bien presentarse como un todólogo. En cualquier caso, ninguno de ellos está en capacidad de asumir visiones o decisiones sistémicas. La educación es campo multi- y trans-disciplinar, que exige mútiples saberes y múltiples miradas, trabajo en equipo, participación social, experimentación, tiempo y condiciones para ensayar, errar y rectificar.

Jóvenes inexperientes o bien funcionarios jubilados o que van quedando a la deriva por cambio de gobierno o de administración pasan a engrosar las filas de los expertos y las carpetas de candidatos a ser considerados por agencias internacionales y burocracias/tecnocracias nacionales. Grupo aparte son los economistas, quienes tienden a creerse expertos en cualquier campo y que de hecho lideran hoy las decisiones de la educación a nivel mundial, a menudo desde visiones estrechas y desinformadas de lo que significa enseñar y aprender.

■ Un país latinoamericano se embarcó en una reforma curricular. La lista de candidatos a asesores internacionales apareció encabezada por un ex-Ministro de Educación - reconocidamente no especialista en educación y menos en currículo - que acababa de quedar vacante por cambio de gobierno. Para no hacerla larga: fue necesario contratar a un experto a distancia para que asesorara al experto y a expertos menores que le ayudaran in situ. Todo duró y costó mucho más de lo previsto. El resultado: un engendro. Dos o tres publicaciones, el clásico taller de «validación» que empaca y pone sello internacional a cualquier cosa ... y no se habló más del asunto.

■ Otro país latinoamericano decidió que había llegado la hora de una profunda reforma educativa. La palabra excelencia copó los discursos. Profesores de Harvard y otras universidades VIP desfilaron con sus ideas, propuestas, visiones de «calidad educativa» y de «futuro de la educación». Los sesudos y vistosos documentos elaborados reposan en centros de documentación nacionales e internacionales como incómodo testimonio de lo que resulta cuando se pretende reformar la educación con expertos VIP que desconocen el país y se sienten libres para imaginar cualquier cosa, independientemente de su viabilidad e incluso de su comprensión por parte de la sociedad.

■ En un país asiático se necesitaba alguien para diseñar y dirigir un programa nacional de alfabetización de adultos. El experto internacional recomenda­do y finalmente contratado, si bien vinculado al campo educativo, sabía nada de alfabetización y nada de adultos. Así pues, al poco tiempo hubo que contratar expertos que hicieran el trabajo, con lo cual solo en salarios de exper­tos este pobre país debió pagar sumas extravagantes. Al final, el programa no llegó a despegar.

■ En un evento del Banco Mundial en Washington el panel en que fui expositora se extendió en un conversatorio reducido en el que quedaron varios jóvenes con traje, corbata y cartelitos colgados en el pecho que decían EXPERTO. Al que estaba a mi lado le pregunté en qué era experto. Me dijo, sin rubor, que era "experto en países en desarrollo", como si tal cosa existiera. Con tres meses en un país latinoamericano y una pasantía en un país africano, convertido en experto. Le pregunté cuántos años tenía. Me dijo que 25. Le dije que nadie puede ser experto en desarrollo a esa edad. Que el conocimiento experto toma años en forjarse, articulación teoría-práctica, un largo y muy trabajado matrimonio entre aprender a escuchar, aprender a pensar y aprender a hacer (con otros). Se rió, sin consecuencias. Había ocho más como él en la sala.

■ En Africa he encontrado los casos más espectaculares de expertos internacionales. Expertos que muchas veces van de país en país dejando los mismos documentos, modificando a lo sumo tablas, estadísticas, siglas, fechas, o bien traduciendo el documento a otro idioma, con idénticas conclusiones y recomendaciones para países y circunstancias diversos. Expertos con horarios reducidos y salarios abultados, en países con grandes necesidades. Expertos que trabajan en hoteles cinco estrellas, junto a la piscina, con sus laptops, servidos por sirvientes locales. Y que, además, con alarde y sin empacho, desprecian la cultura local y se burlan de la gente con la que trabajan. Millones paga Africa en expertos internacionales, mayoritariamente provenientes del Norte, de los países que la colonizaron. (En el Education Cluster en UNICEF, en Nueva York, tuve un jefe etíope, Aklilu Habte, que me decía que soñaba con una muralla alrededor del continente africano).

Cordón umbilical lucrativo y costoso, lleno de trampas y de círculos viciosos, el de los expertos internacionales. Mucho experto descomprometido con su tarea y con la gente que le paga y depende de sus decisiones. Mucho experto serial, ajeno e insensible a los contextos, repitiendo lo mismo en todo lado. Mucho experto no reconocido en su propio país pero a quien en otros lados le tienden alfombras rojas.

Una industria internacional que consume mucho dinero de los «países en desarrollo» y con réditos dudosos. Una industria nutrida de préstamos, rituales, pleitesías, CVs, conferencias, viajes, eventos y documentos al por mayor. Prospera sobre todo en los países pobres y pequeños, en los con deficientes sistemas educativos y débiles capacidades nacionales, en los convencidos de que lo extranjero es siempre mejor, en los ávidos de visibilidad y de ránkings, en los empeñados en lograr «nivel internacional» como si ese fuese el objetivo. Una industria, en fin, en la que, por todo eso y parafraseando un tango, se vuelve cada vez más difícil diferenciar al experto del chambón.

Una libreta, un bolígrafo, una mirada y aquella famosa oreja verde


Prólogo de Fabricio Caivano a
Itinerarios por la educación latinoamericana: Cuadeno de Viajes
de Rosa María Torres

Paidós, Buenos Aires-
Barcelona-México, 2000.

La autora me pidió un breve prólogo para este libro. Les confesaré que su amable petición me agradó pero también me suscitó algunas dudas.

La primera es que como lector, por higiene mental o por afán de entrar en materia, suelo evitar los prólogos pues son, en general, perfectamente prescindibles, a veces condicionan el juicio del lector, y en no pocas ocasiones suelen dedicarse a poner de relieve los supuestos saberes del prologuista antes que la sustancia del libro, su interés y valor. La segunda razón, tan subjetiva como la anterior, es que el prologuista obligadamente es un lector encadenado: no puede sino escribir con la tinta visible del elogio. Y hay aún una tercera cuestión que ahora me viene al encuentro: no hay prólogo capaz de atrapar a lector alguno si el libro no lo hace por sí mismo, en razón de su tema y autor.

Artmed, Porto Alegre,
2001, 344 págs.
Cumplo gustosamente con la segunda reserva. Y quiero ser sincero con el posible lector de estas líneas: tiene en las manos un libro extraordinario. Y lo que yo le diré aquí respecto a él es una pequeña parte de lo que, sin duda, hallará en su lectura. Libro fuera de lo ordinario porque lo habitual es que la escuela y sus protagonistas sean analizados desde la barrera y sometidos al afán taxonomista y al malabarismo académico con el que todo teórico que se precie envuelve su desconocimiento de la realidad escolar. Es éste un libro claro, que se entiende, lo que no puede decirse de tantos otros. Extraordinario además porque todo su instrumental metodológico consiste en una libreta, un bolígrafo, una mirada y aquella famosa oreja verde.

Me explico. En un poema famoso Gianni Rodari sostiene que hay que tener una “oreja verde”, una especial frecuencia de onda para sintonizar con la gente, en especial para comprender a los niños y niñas sin necesidad de someterles a los tontos interrogatorios habituales que les propinamos los adultos, desmemoriados de la fragilidad y la energía de nuestra propia infancia. En cuanto a los otros aparejos, libreta y bolígrafo, es todo cuanto necesita la autora para saltarse el sesudo entramado conceptual que se organiza el “experto” cuando se toma la molestia de descender al nivel de las escuelas y sus habitantes.

A Rosa María Torres le basta con mirar y escribir. Pero esa simplicidad es solo aparente. Primero hay que saber hacia dónde mirar y, sobre todo, cómo mirar para que nada se pierda y para estructurar, luego, lo visto y oído en una red de sentimientos y de reflexiones que sitúan lo particular en la trama de lo general y de perturbar el lector.

Se podría decir que este libro está hecho con ojos, corazón y pies. Ojos para saber ver el brillo oculto de lo que es, para muchos, invisible. Investigar es ver lo que otros no han sabido ver. Mirada, pues, en primer lugar. Corazón para sentirse cerca del otro en su plenitud contradictoria, aceptarlo con su defectos y virtudes, con sus dudas y miedos, con la fragilidad y la fuerza que la vida deja en las gentes que, cada mañana, salen a batallar con la realidad. Corazón para deshacer el hatillo de palabras con las que se cuentan a sí mismo, torpe ideología a veces y sabias reflexiones otras. Corazón también para no callar o aceptar cualquier respuesta, para excavar con esas preguntas que hacen daño pero que son necesarias para encontrar el tesoro. Forma parte del método esa empatía limpia, la que no se rinde al sentimiento dulce de sí misma sino que si conviene lanza el dardo de la crítica, del matiz y de la evaluación ajustada.

¿Y los pies?, se preguntará ya algún inquieto lector. Antes debo referirles una anécdota. Hubo en Cataluña un magnífico geógrafo, de biografía admirable y autor de una obra de gran amplitud y rigor profesional. Pau Vila era su nombre, y murió casi centenario. En una ocasión le pregunté cuál era su método, su modo de trabajar con el que había hecho un trabajo tan detallado y ambicioso. Y el maestro Pau Vila contestó: “Bueno... de la única manera que se puede hacer bien la Geografía: con los pies”. O sea, andando. Pues bien, Rosa María ha escrito también con los pies este libro, titulado justamente itinerario. Y eso es meritorio en un tiempo como el que vivimos en el que todos saben, con la cabeza, de educación y escuelas, un tiempo de televisión y realidades virtuales, de saberes librescos y en los que ya casi nadie anda mirando y mirando por las escuelas, con los pies firmes sobre el suelo. Hay que volver a usar los pies si queremos tener la cabeza despierta, el espíritu afilado y el bolígrafo dispuesto.

Para hablar de las escuelas, para ver lo que pasa entre sus paredes, para saber de sus anónimas alegrías y de sus ocultos desasosiegos, para captar todo lo hermoso y lo atroz que puede haber en ellas, hay que saber mirar sin intermediarios. Es decir, dejar a un lado momentáneamente los sesudos libros de pedagogía y sus repertorios de bibliografías que remiten a otros libros que a su vez citan al famoso teórico que dijo en su libro... Usar los pies es simple pero no simplista: andar, mirar y apuntar. Un género casi periodístico que no se cultiva. En la España de los años veinte hubo un caballero, abogado y periodista que llegó a diputado en Cortes, Luis Bello se llamaba, que recorrió las escuelas primarias españolas a modo de inspector andante, y publicaba sus crónicas en “El Sol” y otros diarios madrileños. El resultado de sus andanzas se reunieron en tres volúmenes intitulados “Viaje por las escuelas de España”.

Pues bien, Rosa María Torres ha escrito sus andanzas por algunos lugares de la educación latinoamericana, y el resultado son estos sesenta y ocho textos de relato de su viaje y una introducción en la que extiende el mapa moral con el que ella va a tratar de orientarse en su navegación. La autora nos dice con claridad de qué color es su esperanza, ese deseo que algunos cursis llaman hipótesis: transformar la escuela. Pero sabe que el reto no es sencillo, que hay que remover raíces muy profundas, señalar intereses políticos, quebrar inercias mentales.... “El problema es que el viejo modelo escolar es ante todo una mentalidad, algo que está en la cabeza de las personas e internalizado en el conjunto de la sociedad, antes que en los edificios y en las cosas”. El viejo precepto de que para conocer el sabor de la pera hay que comerla, se aplica aquí con exactitud. No basta con la pulcritud de las reformas educativas, ni con la aportación de algunas novedades fragmentarias, y menos aún con la ampulosa retórica bancaria y mundialista. Hay que disponer “de un conocimiento cabal de la realidad”. Una afirmación que, de puro obvia, se pasa sobre ella sin detenerse. Por eso hay en el libro afán de hurgar en la complejidad, gusto por el matiz y hay, sobre todo, esa educada impertinencia infantil que tiene la máquina de preguntar siempre cargada para traspasar la realidad convencional y cazar el raro pájaro de la verdad.

La autora no reconstruye, como hacen algunos teóricos, una realidad escolar simple, dicotómica, un escenario de buenos y malos propicio para aplicar la receta que finalmente arreglará las cosas al gusto de todos. Eso es demagogia, un juguete para sumar votos, un instrumento para adaptar la realidad a las ideas previas. La autora señala el pequeño detalle que habla con palabra callada, pasa el dedo por la superficie de la realidad en busca de alguna pista para interpretarla. Las personas, las instituciones y las situaciones son descritas en su complejidad, y son pensadas con la pasión y la ternura del que sabe que está sobre una mina de oro. Pero hay también una exigencia de verdad, un ideal de escuela que sirve de Norte a esta viajera en su navegación. Por eso hay en el libro la suave dureza del que sabe que la escuela, esa otra escuela ausente aún, podría ser un lugar para el saber, la dignidad y la felicidad de todos esos pequeños que la saludan.

El lector aprende en estas páginas la necesidad de aunar lucidez y sensibilidad en el análisis, pero aprende también que las palabras son muy delicadas y pueden ocultar la realidad o instalar falsos acuerdos. Las palabras que nos hablan de escuela, de educación o de la infancia deben ser repensadas con radicalidad, sometidas a examen y custodiadas como si fueran dioses. Los maestros son, en última instancia, los portadores de las palabras que nos humanizan. Por eso la autora presta una especial atención a las personas y a los lugares: entre ellos andan las palabras levantando el sentido del mundo.

En esta crónica de una escuela inesperada los actores son múltiples: maestros y maestras, niños y niñas, madres y algún padre, líderes populares, expertos varios... Todos son tratados con ese especial amor crítico que la empatía exige para ser de ley. Hay textos en los que el humor es una ráfaga de aire fresco que limpia una situación tensa para dejar en pie una reflexión clara, como en el texto “Y colorín colorado...”. Hay otros en los que el maestro o la maestra son descritos en pocas líneas, pero de tal manera que toda la energía de la experiencia pedagógica o de la práctica escolar, giran en torno a ellos, a su rica humanidad, a la calidad de su discurso o al orgullo de su profesión. Anónimos personajes que dejan en el lector el deseo de saber más de ellos y de su circunstancia, como protagonistas de una novela demasiado breve...

Ahí están ese magnífico y autoirónico Don Sandalio; la dulce Maestra Raquel que sabe el valor de la observación despaciosa; el empecinado Nemorio, que quiere cambiar la educación; las dos directoras de estilos tan diferentes y tan complementarios; las alegres mujeres de las escuelas comunitarias de Pernambuco que saben un secreto infalible para educar... Un paisaje de mujeres en el que hay algunos hombres también. Personajes breves, sencillos y anónimos pero que alzan su estatura moral ante el lector y le dejan la huella de sus palabras y la dignidad de su empeño. Con gentes así está claro que nada está perdido.

Otros textos son aproximaciones sobre el terreno a proyectos que llevan años en marcha. Con pocas líneas la autora las sitúa en su contexto, dando en dos pinceladas sus características sociológicas, institucionales y económicas. Experiencias “inspiradoras” las llama la autora. Algunas son procesos registrados y sistematizados con tesón, como “la joya” de Passo Fundo, en Brasil. Otros, como la Biblioteca Popular de Bella Vista o la de la Biblioteca de Montevideo, son hermosas experiencias de desarrollo comunitario; la titulada “Un día de Comunidad-Escuela” es una sugerente dialéctica entre sueño y realidad; el modesto pero sabroso proyecto “Leer y escribir ahora”, en Venezuela, muestra que con poco se puede mucho si hay calidad humana y compromiso profesional; o las Redes, en Colombia y Chile, que extienden su trama cooperativa, afectiva y técnica entre escuelas y maestros... Un itinerario de experiencias muy distintas pero de las que la autora acierta a poner de relieve lo esencial, algunos criterios básicos, estilos y planteamientos a destacar que estimulan la reflexión y pueden, en efecto, inspirar otras situaciones. Inspirar quiere decir generar ideas o sugerir reflexiones adicionales, pero también significa infundir ánimos y apoyar designios propios...

En resumen, ver, oír, registrar y reflexionar. Rosa María ha dejado en este cuaderno de viaje una crónica bellísima de la escuela que realmente existe, esa escuelita que empuja con dignidad algún anónimo educador en algún lugar remoto, pero que para los escolares es el centro del mundo; la escuela en donde sobrevive una esperanza aún para muchas gentes atrapadas por la pobreza y la ignorancia, hijas ambas de la injusticia y la opresión; la escuela y sus actores componen un mural esculpido con el mármol del coraje y del compromiso. Un libro pequeño y duro como una nuez, amargo y sabroso al mismo tiempo. Un libro que busca la complicidad del lector para que inicie él un viaje interior. Libro que llama a las cosas por su nombre, como las llama el pueblo cuando la cultura lo hace culto y libre. Un relato grande tejido con trozos de pequeños relatos, un viaje que no acaba en la última página porque sugiere al lector la paradoja machadiana de que el camino se hace al andar. Un trayecto inevitable que llevará al lector o lectora hasta el puerto de su conciencia: ahí donde no hay posibilidad alguna de esconderse de uno mismo. De este puerto universal es de donde zarpó la nave de Rosa María Torres, una mujer enérgica que heredó alas para volar pero que aprendió por sí misma a vivir ligera de equipaje: una libreta, un bolígrafo y una mirada rebelde sostenida por la rabia y la ternura.

Fabricio Caivano
(exdirector de Cuadernos de Pedagogía)
Barcelona, a las puertas del siglo XXI.

"Niños, no se olviden de usar el hilo dental"

Rosa María Torres




La joven dentista está hoy de visita en la escuela y se encuentra en plena lección explicando a los alumnos la importancia de la higiene bucal. Con ayuda de una serie de carteles con fotografías y dibujos empieza por mostrar a los niños las consecuencias de la falta de higiene: caries, tártaro, piezas dentales dañadas o rotas, encías inflamadas. Los niños reaccionan según lo esperado: estupor, asco, incluso horror. Acto seguido, aparece el gráfico de un diente feliz, blanco, limpio, sonriente.

- "¿Por qué será que este diente está feliz?", pregunta la dentista. La pregunta se queda sin respuesta.
- "¿Será que le gusta el chocolate?".
- "Noooo".
- "¿Le gustan los caramelos?"
- "Noooo".
- "¿Le gusta el cepillo de dientes?”
- "Síiii".

Ahora los alumnos son introducidos en las ventajas de cepillarse con regularidad. Con ayuda de otros gráficos, la dentista muestra los movimientos correctos para un buen cepillado. Los niños prestan atención, están interesados. Parecería que ha logrado convencerles de que cepillarse los dientes es importante, además de fácil.

- "Pero el cepillo no es suficiente", aclara. "Para una buena limpieza hay que usar el hilo dental. ¿Quién ha oído hablar del hilo dental?".

Unos cuantos alumnos alzan la mano. Enseguida, la dentista muestra gráficos que ilustran el uso del hilo dental. Antes de dar por concluida la clase y salir del aula, insiste:

- "No se olviden, niños, de usar el hilo dental".

Exposición clara, didáctica, amena. La joven dentista tiene madera de pedagoga. El único pequeño problema es que no sabe ubicar su audiencia. La escuela en cuestión está ubicada en un barrio marginal sumamente pobre de Belo Horizonte, Brasil, y los niños a los que ha recomendado el cepillado después de cada comida y el uso diario del hilo dental son niños que a duras penas comen una vez al día y viven en casas en las que no hay agua corriente ni lavabos, ni siquiera letrinas. Basta una mirada al barrio, en el trayecto de ida y vuelta, para saberlo.

Pensará usted que se trata de un caso aislado, de una dentista joven e inexperta, de una demostración inusual de torpeza e insensibilidad social. Pero no es así. Se trata de la misma generalizada torpeza e insensibilidad que despliegan técnicos y expertos en planes, currículos y textos escolares primorosamente ilustrados que recomiendan alimentación y nutrición adecuadas (dieta balanceada, alimentos ricos en tal o cual vitamina, verduras, frutas frescas, yogurt, pescado) a alumnos que apenas si logran llenarse el estómago con lo que hay a mano; descanso y sueño suficientes a niños que trabajan, viven en condiciones de hacinamiento y duermen en el suelo o en colchones insalubres; o baño diario a alumnos que tienen que acarrear agua o sacarla de un pozo y no tienen siquiera las condiciones mínimas indispensables para lavarse las manos con regularidad. 



* Incluido en: Rosa María Torres, Itinerarios por la educación latinoamericana: Cuaderno de viajes, Editorial Paidós, Buenos Aires-Barcelona-México, 2000; Itinerários pela Educação Latino-Americana – Caderno de Viagens, Artmed Editora, Porto Alegre, 2001, 344 páginas. Prólogo de Fabricio Caivano.

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Nada mejor que una caricatura o una viñeta para mostrarnos, con humor, el lado crítico de las cosas. Nada mejor que una caricatura o una viñeta para mostrar los múltiples flancos débiles de la educación, la del sistema educativo y las demás: la del hogar, la de la comunidad, la de los medios, la del trabajo, la de la política, la de las tecnologías ... Por eso colecciono ilustraciones y caricaturas desde hace treinta años; me acompañan en mis escritos, en mis clases, talleres y conferencias, en mis campañas, en este blog.

Junto aquí una peque
ña muestra de la magnífica producción que existe. Un lugar especial para Quino (Argentina-España), Frato (Italia), Claudius (Brasil), Rudy y Paz (Argentina), Erlich (Argentina), Eneko (Venezuela), El Roto (España). 


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